Todavía lo puedo ver. Estaba en sexto o séptimo grado, en un viaje de estudios al California Science Center. Recién había comenzado a entrenar con la academia de LAFC y ahora estaba mirando un nuevo estadio que se estaba construyendo al lado del museo de ciencias.
Cuando me di cuenta de lo que era, pensé: "Oh, ahí es donde voy a jugar algún día.”
Es una bendición ser un jugador local. Algunas personas no están seguros de lo que eso significa. Yo lo describo como alguien que empieza con un club y allí desarrolla su nivel hasta llegar al primer equipo. Otros deportes realmente no tienen la misma configuración, así que para los que no son fanáticos del fútbol, lo explico así: imagina ir a un campamento juvenil de los Dodgers cuando estás en sexto grado y luego continuar yendo a ese mismo campamento todos los días hasta que Los Dodgers te seleccionan y un día estás jugando en Dodger Stadium.
Es algo raro. Especialmente para mí, es único porque soy de Los Ángeles. Nací y crecí aquí. ¿Y ahora podré jugar en el club que representa el corazón de esta ciudad? Es un sueño.
Mi mamá y mi papá vinieron aquí desde Guadalajara, México, con el único propósito de darles a sus hijos una vida mejor que la que ellos tuvieron. Crecí en El Monte, este del centro de Los Ángeles. Allí hay muchos mexicanos y muchos latinos. Están sucediendo muchas cosas en El Monte, muchas buenas y tal vez no tan buenas. Cada ciudad tiene sus partes malas y sus partes buenas y El Monte es así. Me encanta El Monte. Tengo un lugar especial en mi corazón para todos los que son de allí.
Para mí siempre fue el fútbol. Ningún otro deporte. A mi papá siempre le gustó el fútbol y él es quien nos hizo jugar, a mí y a mi hermano Diego que es un año mayor que yo. Había una liga justo al lado de El Monte que se llamaba Liga La Puente. Mi papá nos llevó allí para formar parte de nuestro primer equipo que se llamaba Club VH. Era un equipo de amigos y familiares. Todos estaban muy unidos. Jugábamos en la escuela primaria Sparks y en la escuela secundaria Sierra Vista.
Uno de mis primeros entrenadores fue Joey Cascio. El consiguió un trabajo como entrenador de un club en Pomona, y luego lo invitaron a ser uno de los primeros entrenadores de la academia de un nuevo club de la MLS que estaba comenzando en Los Ángeles. El invitó a un grupo de jugadores que había entrenado, a esas pruebas de la academia. Era un grupo grande de 40 o 50 niños haciendo pruebas para el primer equipo de la academia del LAFC. Yo era uno de ellos. Semana tras semana, había cada vez menos niños, y luego supe que lo logré. Ese fue un día que mi familia y yo nunca olvidaremos.
La academia ha cambiado mucho desde que empezó. Al principio, practicábamos un día en East LA College y al día siguiente en Cal State LA, y luego en otro. Todo en LAFC se estaba construyendo desde cero, al igual que el estadio. No sabíamos dónde estábamos practicando de un día para otro, pero estaba muy agradecido por todo.
Hoy en día, la academia desarrolla muchos más jugadores, en más grupos de edad. Las instalaciones están creciendo. Todo es parte del proceso de ayudar a los jugadores a llegar al primer equipo. Eso es el objetivo principal.
He tenido altibajos con la academia. Durante los primeros dos años, no tuve mucho tiempo de juego. No voy a mentir, me desanimé. Al final de mi segundo año, me dije: "Si quiero triunfar como jugador de fútbol profesional, necesito quedarme en este club y darlo todo, seguir adelante y seguir luchando.”
Estuve a punto de que me cortaran hasta que cambié mi modo de pensar. Al año siguiente fui titular y poco después me subí a un avión por primera vez en mi vida, rumbo a una competición de copa en Dallas. Yo Nunca olvidaré ese viaje. Me alegré mucho de haber elegido luchar por mi sueño.
Mi experiencia diaria en aquel momento era poco raro en el mundo del fútbol. Mi familia y yo nos despertábamos, desayunábamos y luego íbamos todos a Cal State LA para ver los juegos de la academia. Cuando el primer equipo jugaba en casa, íbamos a casa en El Monte, luego íbamos directamente al estadio y esperábamos a que abrieran las puertas. No me importaba esperar porque siempre había tacos por ahí, ¡y esos hot dogs que venden en los carritos justo afuera de las puertas! ¡Delicioso!
Cuando abrían las puertas, mi papá y mi hermano iban con el 3252 y mi mamá y mi hermano menor se sentaban con los demás. Esos son algunos de mis recuerdos favoritos: mi papá, Diego y yo en el North End, cantando y gritando. Mi canto favorito es “Salta por LA Football Club,”. Sólo que ahora lo siento desde una perspectiva diferente: Del campo.
No puedo creer que estoy jugando partidos junto a Carlos Vela e Ilie Sánchez. Pero ellos mismo me dicen todo el tiempo que pertenezco aquí. Que me gane mi lugar.
Qué regalo es jugar con una leyenda como Giorgio Chiellini. Simplemente me gusta decir su nombre. Giorgio Chiellini. A veces hace bromas conmigo como: “Tengo edad suficiente para ser tu padre,” ¡y es verdad! Los jugadores más experimentados (Giorgio, Carlos, Ilie, John McCarthy) han sido muy generosos conmigo y al mismo tiempo me han desafiado a mejorar y contribuir al equipo. Porque eso es lo que hacen todos los días. Intentan mejorar y contribuir al equipo. No podría pedir mejores mentores.
Mi familia se mudó a Rialto hace un año. Está bastante lejos de El Monte, pero aún así vuelvo. Tengo mi madrina en El Monte. Ella nos cuidaba después de la escuela mientras mis padres trabajaban. Todos los viernes tenemos una reunión en su casa. Todos los niños se reúnen y toda la familia almuerza o cena juntos. El Monte siempre será mi hogar.
Cuando salgo al campo en BMO Stadium y miro hacia arriba y veo a mi familia, me emociono. Mis padres han luchado mucho desde su juventud, creciendo en México. Nos dieron todo. Lucharon por mí y por mis hermanos todos los días. Eso me motiva. Esa es la parte emocional. Juego fútbol para mí, pero principalmente lo hago para mi familia. Juego para hacerlos sentir orgullosos y hacerlos sonreír. Eso es lo que se merecen.
Mientras crecía, mi papá siempre nos decía a mí y a mi hermano que tuviéramos metas, algo que alcanzar y lograr. Ese consejo me ha ayudado mucho. Cuando tenía 10 años, mi padre me dijo: 'A los 13 o 14 años estarás en una academia'. Y cuando llegué allí, cuando estaba fuera del museo de ciencias mirando nuestro estadio, pensé: ‘Tenía razón.'